martes, 19 de junio de 2007

Me quiero ir de mi casa!


Por diversas razones miles de jóvenes sienten la necesidad imperiosa de dejar sus hogares y “vivir su propia vida”. Pero son muchas las que desconocen los peligros que encierran esas aventuras, que ellas imaginan exitosas.

Ya no doy más
Mis padres discuten todo el tiempo. El siempre llega tarde y reclamando por todo. Mamá se queja de sus ausencias y asegura que las cosas no serían así si papá no pasara todos los días con sus amigos al bar a jugar cacho y beber. Además, la casa es estrecha y mis hermanos siempre están molestando. Cuando están, porque pasan todo el día en la calle. ¿Cómo voy a convidar a mis amigas? ¿Para que se den cuenta del desastre en que vivo? Si al menos pudiera independizarme y partir lejos; ganar mi propio dinero y no tener que depender del humor de papá cada vez que necesito algo. Porque para qué hablar de mi ropa. . . Si me llega a dar vergüenza cada vez que me invitan y debo ponerme el mismo vestido que ya he cambiado de hechura dos veces.
¡Ya no doy más! Hace tiempo que vengo pensando en irme apenas termine el liceo. Sé que en Santiago me va a ir bien. Si a una amiga le resultó, ¿por qué a mí no?.

Guerra de amor
Jamás me atreví a enfrentar a mis padres hasta que conocí a C. Todas o casi todas mis amigas pololeaban o salían con chiquillos, pero en casa siempre los oí decir que eran unas frescas y que no se me ocurriera a mí hacer lo mismo. Al principio no me pesaba porque no me gustaba nadie en especial, pero cuando una compañera me presentó a mi actual pololo, pensé que no me iba a importar lo que dijeran mis padres. Durante un tiempo pude mantener nuestras relaciones en secreto, pero a la larga se supo y comenzaron entonces las peleas. C. me había pedido especialmente que tratara de callarme y no seguirles la corriente, pero cuando una está todo el tiempo oyendo cosas absurdas y ataques sin razón de ser, al final, por muy buen carácter que se tenga, termina por estallar. Traté por todos los medios que conocieran a mi pololo para que ellos pudieran juzgar como era, pero no entendieron.
Hasta tal punto ha llegado esta situación, que ya reprolonga por más de un año, que C. que termina pronto sus estudios de comercio, me ha pedido que nos casemos lo antes posible y nos vayamos a vivir a otra ciudad. Yo soy mayor de edad, así es que nadie puede atajarme: pero por otro lado me da mucho miedo partir sola y dejar a mi familia para siempre. En todo caso de una cosa estoy segura: aunque no existiera C. me iría de todas maneras apenas pudiera.

Aquí no hay porvenir
Reconozco que soy ambiciosa, que me ahoga mi situación de provinciana y el poco mundo que se tiene en los pueblos. Desde que aprendí a leer fui incubando la idea de que mi destino no estaba aquí y que tarde o temprano no me sería suficiente. He soportado todos estos años porque estaba estudiando y sabia que cuanto pudiera aprender sería un arma muy positiva a favor de mis planes. Sé que es difícil el paso que me he propuesto dar, pero estoy convencida de que vale la pena. Lo que no me explico es cómo tantas personas como yo no piensan lo mismo, no se sientes oprimidas y sin horizontes. Cómo se contentan con el cine de fin de semana y el paseo por la plaza. Vida cultural que le permita a una surgir, prácticamente no hay; el trabajo, siempre va a tener que ser el mismo; y la gente. . . uno muere dentro del mismo circulo, sin conocer personas interesantes.
No. Decididamente no nací para vegetar en un pueblo. Por eso pienso irme. Porque soy joven y tengo ambiciones y me siento con fuerza para luchar.

Ya dejé de ser una niña
Cada vez que pienso que tengo casi 26 años, título universitario e independencia económica, y que sigo siendo la “niña buena de la casa” –como me califican mis padres-, siento un impulso muy fuerte por rebelarme y demostrar que ya soy un ser maduro, que no necesito de su tutela y que no soy el dechado de perfecciones que ellos creen.
Pero hasta el momento no ha habido forma de hacerlos entender y las discusiones se están repitiendo cada vez con más frecuencia. Una de las cosas que más me molesta es no poder tener mis propias amistades: ellos quieren saber quiénes son, qué hacen y cosas por el estilo. Tampoco puedo entrar y salir cada vez que se me ocurra. Siempre vuelvo a escuchar el “¿Eres tú hijita? “ Como si no supieran. . . Lamentablemente soy la única mujer y aunque mis hermanos son menores, ellos pueden naturalmente llegar o ir donde lo deseen.
¡A pesar de que ellos algo han ampliado su criterio –batallas que he ido ganando poco a poco- estoy resuelta a independizarme totalmente. Todos los días recorro los avisos de los periódicos en busca de un departamento y aunque estoy segura que me va a costar bastante adaptarme a mi nueva vida, creo que debo comenzar a caminar por mis propios medios.

Cuando sí y cuando no
Cuatro situaciones bastante frecuentes, cuatro riesgos que se están corriendo. Muchas personas creen que cuando se presentan casos como los que estamos exponiendo, hay que tomar el toro por las astas y que, en lugar de vivir amargada o reprimida, hay que enfrentar los hechos y resolver algo.
Estamos totalmente de acuerdo, pero siempre que la determinación que se tome no sea fruto del rencor sino de una reflexión serena y realista. Es cierto que muchas veces existen razones para encarar situaciones desagradables, pero también lo es que una decisión precipitada nos puede mucha más perjudica que favorecer.
Como es posible que le suceda a la muchacha que arranca de su pueblo porque la han deslumbrado las luces de la ciudad. Tiene razón al pensar que las oportunidades son incomparables, pero también lo son las posibilidades de fracaso, la competencia que tal vez ella no ha supuesto va a encontrar.
En un medio ella es alguien, tiene a quien recurrir en caso de apuro y por eso se siente tan confiada. Pero también debe pensar que no es tan fácil encontrar trabajo donde existen miles de postulantes para cada vacante, donde el triunfo no sólo es de los más capaces sino también de los mejores relacionados, de los que tienen contactos y compromisos. Va a pasar mucho tiempo antes de que se pueda crear un mundo, tener amigos y disfrutar de todas las ventajas de una gran ciudad.

A la aventura, jamás.
Es bastante frecuente también que una guerra sin cuartel entre padres e hijos empuje a éstos fuera del hogar. La culpa generalmente es de ambos, pero las consecuencias no las sufren los adultos. Si están sordos a cuanto argumento se les presenta y no quieren sino imponer su criterio, siempre es mejor para los jóvenes buscar otros medios de ser escuchados. Como encontrar un intermediario, alguien, por ejemplo, que merezca el respeto de los mayores y que sea lo suficientemente abierto a las ideas de los jóvenes. Si ni así se logra llegar aun resultado positivo, pues entonces, con mucho criterio, muy responsablemente, trátese de encontrar una solución.

Pero ¿lanzarse a la aventura, sin nada asegurado? ¡Jamás!

Enfrentarse a los hechos sin rabia, sin rencor, considerando todos los pro y los contra; tratar de estableces quién tiene la razón en qué y considerar las posibilidades de reparar la situación, ésas sí son buenas medidas.
Por el contrario, una reacción precipitada sólo puede conducirnos al fracaso y a un regreso humillante que, antes de mejorar las cosas, sólo va a contribuir a empeorarlas.


Revista "Mi Vida"
1968
Beatriz Contreras.

1 comentario:

babettedacus dijo...

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