martes, 29 de mayo de 2007

Algunos textos de Joaquín Edwards Bello

Curioso homenaje al Presidente de México, en Chile, consistiría en llevarle una tarde de día festivo a observar en la entrada de algún teatro de barrio. Aquí, como en Valparaíso y otras regiones, el teatro de barrio es ochenta por ciento mexicano.

Superficialmente el asunto es banal. En el fondo es un drama.

Es el drama de un pueblo que no supo o no pudo cantarse así mismo. No nos engañemos. Engañarnos es pecado grave. Chile es un país hospitalario, cosmopolita, con costumbres y arte cosmopolitas. La parte popular de Chile, "los de abajo", diría Azuela, ha sido estrangulada por las inmigraciones sanas y progresistas de vascos, de alemanes, de ingleses, de italianos y de toda suerte de razas más preparadas para desplazar a la gente antigua. En México el pueblo presume de tener sangre india. A los rubios les llaman despectivamente hueros. Aquí ocurre lo contrario. He visto individuos morenos, con cabelleras negras, tiesas como alambres, enderezados con petulancia para proclamar: "Nosotros los vascos". La casta social que nuestro Encina llamó "aristocracia vasco-castellana” se separó de la más antigua casta con sangre india extremeña y andaluza, en verdad más aristocrática qué la nueva. Con un desprecio amable, muy hipócrita, se separó de dicha clase, burlándose de ella mediante apodos y expresiones despreciativas. En mi niñez la clase alta se decía la "gente decente". Esta clase rica, con sangre vasca, algo mezclada con africana y andaluza, se destacó de la clase pobre de manera comparativa. La antipalabra para decente es indecente. La aristocracia, más bonachona e infantil que sádica, se irguió feliz en su superioridad vistosa, más alta, más blanca y elegante. La mujer vasca es la más esbelta y elegante de España. Las expresiones patricias despectivas referentes al tipo y costumbres de la masa pobre profundizaron el barranco separador hasta ridículos e increíbles extremos, como las plazas públicas de aquellos pueblos con tres secciones limitadas, para la aristocracia, para la clase media y para el roto. El Día del Roto Chileno es un portento de hipocresía saludable.

El tipo de la gente popular y sus manifestaciones más expresivas han sufrido de burlas y de desprecios. Estas burlas serían criminales y odiosas si la parte de la aristocracia culpable de ellas hubiera tenido responsabilidad. La verdad es que dicha clase carecía de talento y de maldad. Las expresiones denigrantes para la masa popular provenían de un sector femenino frívolo e indiferente.

Típicas expresiones para opacar al pueblo hispano indio son la de tapamugre, para el manto femenino; la de chinas, para las sirvientas, y la de olor a patriotismo, para el aliento condensado de las masas populares en las fiestas patrióticas.


Joaquín Edwards Bello
Crónicas
1964



Santiago es una ciudad hermosa, con admirables perspectivas y buen clima. Su Alameda fue catalogada por el escritor Ripley como una de las siete calles más interesantes del mundo. Dijo así: "Le agradaría a usted deambular a la largo de la Alameda de las Delicias en Santiago de Chile. Este paseo tiene seiscientos pies de ancho. Cuando usted recuerde que la Quinta Avenida tiene setenta pies, entonces podrá apreciar la deliciosidad de ella". Otro escritor, el colombiano Germán Arciniegas, en su obra Entre la Libertad y el Miedo, escribió: "En la bellísima capital de Chile las familias altas conservan un estilo de vida en que todavía se advierten las huellas que la cultura francesa imprimió a la América latina en el 900”.

Uno de los mayores encantos de Santiago lo constituye el liberalismo de la mujer, su espíritu de colaboración y su cultura. El extranjero no tarda en encontrar compañía femenina. En esto es Santiago un petit Paris. Un extranjero en otra ciudad sudamericana, con ocho millones de habitantes, como en Buenos Aires, se aburrirá mortalmente. La mujer argentina es una diosa quimérica, una hermosa estatua que repite la dantesca negación: Lasciate ogni speranza.

Otros encantos de Santiago son el Congreso con sus jardines, el cerro de Santa Lucía, la cordillera, el Barrio Alto y los cercanos campos de esquí.

Ahora vamos a ver el lado feo de la ciudad. El conde de Keyserling notó nuestro cultivo de lo feo. Hay fuerzas secretas enemigas de la hermosura. Estas fuerzas son imbunchistas, de "imbunche". Son llamados así ciertos monstruos fabricados -expresamente por los indios sureños mediante deformaciones y mutilaciones atroces practicadas en niños antes sanos y robustos. Omito los detalles de la operación. Sobrepasa todo lo más horrible en el género de las películas de miedo. Actualmente la deliciosa Alameda no es deliciosa ni alameda. Ayer vi un trozo de ella convertido en polvoriento desierto. La historia es larga. El hermoso y monumental Puente de Cal y Canto no pudo salvarse de las fuerzas destructivas del imbunchismo. Estas fuerzas anónimas hieren sin aviso previo, como terremotos. Lo cierto es que el Puente de Cal y Canto reducido a polvo, cedió su lugar a monstruosos puentecillos imbunches.

La fuerza productora de monstruos es perspicaz y astuta. No tarda en descubrir lo bello para convertirlo en horrible. Así pasó con la Pérgola de las Flores de la Plaza de San Francisco. Esa joya fue mutilada y conducida al lugar más feo de Santiago.

Nuestro cerro de Santa Lucía, “piedra lírica nacional", parodiando a Ortega y Gasset, es otro monumento hermoso acechado por el imbunchismo. Poco a poco lo desnaturalizan. Le han colocado un jardín japonés en la base.

La Casa Colorada, el llamado Palacio Arzobispal, el Portal Edwards, las estaciones Central y Mapocho, han visto sepultar sus fachadas bajo kilos de avisos, de pinturas diversas y de telones comerciales de pésimo gusto. El canibalismo comercial, aliado del imbunchismo obstruye y deforma puertas, techos, ventanas, pilastras. En el Pasaje Matte, la bella arquitectura del interior ha sido imbunchizada mediante una hilera de quioscos que ocultan la perspectiva y deforman la línea.

Me pregunto: ¿Qué sería de Venecia si la hubieran regido nuestros imbunchistas, durante cien años? ¿Qué sería de la calle de Rivoli en París? ¿Que sería del Marble Arch y de Burlington Arcade en Londres?

¿Han pasado alguna vez por nuestro horrendo Puente de Manuel Rodríguez? Es el lado peor de la ciudad imbunche.
Nuestro Cementerio General es muy hermoso y podría ser, además, un museo de arquitectura funeraria, si el imbunchismo no hubiera roto su orden poniendo atroces monumentos nuevos entre los viejos.

La locomoción colectiva de Santiago es mala, vieja, desvencijada y sin orden.
Nuestro Correo Central espera la llegada de marineros yanquis o ingleses para que lo laven y lo pinten.
Los hoteles, los mercados y el Parque Zoológico están mal colocados. No hay un hotel con jardines y piscina artística en la Alameda, en El Golf o en el Santa Lucía.

Santiago tiene, sin duda, una tradición gloriosa. Es una ciudad bellísima y horrible a la vez, según se la mire. Parodiando a Voltaire en Versalles, es Santiago la ville de la gloire et de la merde.


Joaquín Edwards Bello
Crónicas
1964


¿Seria posible una miss gorda?

Cuando veo las fotografías de las misses de la belleza, me digo que esta moda de los cuerpos actuales ha de pasar como pasan todas las modas. Me refiero a la moda de la delgadez corpórea.

Esta moda quiere tipos uniformes de belleza. Un tipo sin imaginación ni variedad. Hagan el experimento. Miren de golpe al grupo de niñas aspirantes a misses, en fila en las fotografías. ¿No es verdad que son todas iguales? Por lo menos producen el efecto de haber sido fabricadas en máquinas, por docenas. Hay, en el origen del fenómeno, una causa que ya indicó el doctor Garafulic, cuando trató del asunto de las modas de París. La última moda no pudo ser ideada por un amante del bello sexo. Transforma a la mujer en un payaso ensacado.

Otro aspecto importante. El desdén por la gordura es una idea femenina. Los hombres primitivos, los más vigorosos y naturales, prefieren las gorditas.

Un caso: Estuvo en Santiago, la recitadora cubana Dalia Iñíguez. Cierta vez celebré el talento y la belleza de esta recitadora en presencia de dos damas elegantes. Una de ellas me miró con ese aire de conmiseración que toman las mujeres cuando creen sorprender en nosotros una ingenuidad. Con aire de madre que reprende a su hijo me preguntó:
-¿No ha notado usted el defecto de Dalia Iñiguez?
-¿Defecto?, pregunté extrañado.
-¡Claro!
-¿Qué defecto?
-Las nalgas.
-¿Qué tienen las nalgas de Dalia?
-¿No ha notado? Son muy gordas y grandes, dijo como si hubiera descubierto algo portentoso.

Estas damas elegantes, como muchas de su clase, han condenado las nalgas al rango de indeseables. No saben que en Nápoles hay una estatua famosa de la Venus Calipigia.

Las formas robustas y saludables de las Venus y las Dianas griegas se olvidan. Poco a poco hemos degenerado hasta el canon de belleza tísica, de la anguila humana de Hollywood. Con excepción, pero no mucho, de Marylin Monroe.

Aquí se cree que solamente los hombres ordinarios prefieren las gordas.
La encantadora gordita C. de Viña del Mar, no pudiendo evitar una gordura hereditaria, decía con tristeza:
-Ahora soy gusto de rotos.

No podía evitar andanadas de piropos populares. Yo le aseguro, para consolarla, que volverá el tiempo de las bellezas gordas del Tiziano y de Rubens. En el año 1995 el pintor Picasso será celebrado como el profeta de la moda de las mujeres gigantonas. ¿Han visto sus pinturas de esa clase de mujeres? Se trata de enormes damas con expresiones bovinas, con enormes brazos y manzanas, que no hay guantes para ellas.

Joaquín Edwards Bello
Crónicas del Tiempo Viejo
1943


La lectura de dos líneas en un periódico me ha sugerido el tema para hoy. En el periódico inglés South Pacific Mail dice en un rinconcito: Ask Doris Kleiman, esto es, Pregunte a Doris Kleiman.

La pregunta que traduzco del inglés es la siguiente: "¿Ha sido asesinado alguna vez un Presidente de Chile?" La respuesta es: "No".

Comento: Se conocen asesinatos de Presidentes en otras repúblicas americanas, pero no en Chile. Tres Presidentes de los Estados Unidos fueron asesinados: Lincoln, Garfield y MacKinley. Dos en Ecuador, según mis recuerdos. En Bolivia, lo menos siete: Blanco, Belzú, Córdoba, Morales, Melgarejo, Daza y Villarrroel.

En Chile, ninguno. Es un caso curioso. En vida, los controlamos, los analizamos demasiado. Los hostilizamos. Casi todos ellos salen de la modesta Casa Presidencial, a pie, por la misma puerta que franquearon para entrar, casi siempre pobres. Los casos de Balmaceda y de Pedro Montt son patéticos. Ningún Presidente de Chile ha escapado al extranjero con dinero tomado de las arcas fiscales. Don Alberto Cabero, al recordar la probidad de nuestros Presidentes, citó el caso del Cuerpo de Bomberos voluntarios, único en el mundo. O'Higgins, al abdicar, no tuvo dinero para irse a Inglaterra, como deseaba. Prieto salió de La Moneda al Ejército. Manuel Montt, a la magistratura; Germán Riesco, Antonio Varas, Domingo Santa María, al foro. Jorge Montt, a la Marina; Aníbal Pinto, como traductor del francés en un diario. Don Jorge Montt, enviado a Europa en comisión, tuvo que pedir dos meses adelantados. En los Estados Unidos, con motivo de ciertas compras para la escuadra, recibió como regalo de la casa constructora un automóvil, el que devolvió tan pronto como lo recibió. El Presidente Manuel Bulnes economizaba la luz en La Moneda. Errázuriz, Balmaceda, Santa María, Riesco, Sanfuentes, salieron pobres de la presidencia. Los hijos de Sanfuentes heredaron setenta mil pesos. Don Ramón Barros Luco viajaba a Valparaíso, en compañía de su esposa, después de comprar los boletos como todo el mundo. Pocos pasajeros se daban cuenta de su presencia.
El 14 de diciembre de 1955 don Darío Poblete escribió una carta a El Diario Ilustrado en que decía: "En los seis años de administración del Excmo. señor González Videla, jamás se adquirió ni siquiera un lápiz que no fuera por intermedio de la Dirección de Aprovisionamiento del Estado". Don Carlos Ibáñez, durante su alejamiento en Buenos Aires, vivió modestamente en una casa de pensión. Cierta vez recibió de Chile una encomienda grande: calzoncillos, calcetines y pijamas usados. Nunca hubo en La Moneda automóviles de lujo, ni siquiera modernos. Un profesor venezolano, de paso en Chile, me dijo:
-Cuando vi a un almirante chileno en un micro, comprendí la grandeza de esta tierra.

Somos sencillotes, sin estruendo, algo pedestres, si se quiere. Don José Joaquín de Mora nos hizo un terrible retrato, que me suena a recomendación y elogio:
Mezcla de grasa y de porotos, futres por fuera, por adentro rotos.

En otras repúblicas los Presidentes suelen ser adornados con nombres ponderativos y altisonantes: el Restaurador, el Mesías, el Egregio, el Regenerador, el Benemérito, el Heroico, el Pacificador. Aquí, más modestos, les llamamos el Chascón, el Negro, el León, el Caballo, Don Tinto, el Paleta... La risita socarrona mata al tropicalismo.

En vísperas del viaje del actual Presidente de Chile a los Estados Unidos, un diario de dicho país publicó una fotografía de él en que aparece de pie, solo, en una calle de Santiago. Debajo dice: Unnoticed during stroll on Santiago street. Quiere decir: "Inadvertido, durante su paso por una calle de Santiago". En la fotografía se ve gente que pasa sin notar al Presidente. En otra parte dice: "Es un hombre de costumbres sencillas. Vive en su pequeña casa, en un quinto piso. Bebe agua pura y no fuma. Camina todos los días de su casa al llamado Palacio Presidencial".

Joaquín Edwards Bello
Crónicas
1964

Por Javier Villagrán

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