lunes, 28 de mayo de 2007

Chile estancado en el materialismo y la insensibilidad.

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Existe, en primer término, una tendencia mundial que filosóficamente se la podría llamar positivismo o materialismo bastardo, de últimas aguas; positivismo de decadencia, que ha llevado a las mentes la idea de que todo debe reducirse a conquistas materiales, a la producción en serie, al confort, a cifras y estadísticas de producción y que lo intelectual, lo estético, es una superestructura inútil, que se puede suprimir sin menoscabo del cuerpo social.

Por Luis Durand.


Corría el año 1942. Un grupo heterogéneo en cuanto a las edades de los intelectuales que lo integraban, reducido, pero reflexivo, escuchó, con serenidad, las más diversas aspiraciones del ambiente chileno y las llevó al seno de cierta entidad nacional de escritores chilenos, aunque repugnaba a sus fundadores la dispersión gremial.

Mas, ¿qué pretendía este grupo de luchadores intelectuales? Algo muy simple. Mantener la cultura creadora, artística en un plano de libertad. Todos, de partida, eran enemigos de la cultura dirigida. O sea, coincidían con las grandes concepciones del liberalismo mundial sobre el respeto e independencia del creador. Pero añadían algo más: pedían protección material, económica, para el escritor, y no aceptaban que la creación literaria fuese una mercadería sin mercado, sin consumo, sin paga adecuada. Entonces, si el nivel cultural de país, si su densidad de esta índole eran escasos, nada más justo que fuese el fisco quien diera su apoyo. O sea, que actuase como un discreto mecenas, o como un señor que promueve el ambiente cultural mediante la obra por encargo. Si bien en la obra por encargo, se cercena en algo la libertad creadora, pues se le fija un objetivo preciso al artista, no es menos cierto que queda con plenos poderes para realizarla como sea de su agrado(…).

Fieles a estos planteamientos, los renovadores de 1942, lanzaron sus bases. He aquí algunas de ellas: creación de una gaceta chilena de cultura, con colaboraciones debidamente remuneradas; adictos culturales en las principales legaciones o embajadas para difusión y canje cultural, propaganda de Chile, del turismo y productos esenciales del país; amplio fomento de la industria editorial privada para competir en el exterior; creación de una editorial didáctica fiscal, a fin de difundir la cultura y hacer labores, que si bien dejan utilidad, no interesan a la industria del libro; formación de un fondo editorial a base de subvención fiscal, a fin de publicar libros que por motivos comerciales –no estéticos- carecen de editor; nueva ley de propiedad intelectual en el sentido de que los derechos de autor ya prescritos –de Homero, verbigracia- pasasen a incrementar una cuenta de ayuda a los escritores y a la cultura contemporánea, por ser la misma indivisible.

Al poco tiempo de dada la batalla, se vio que un escritor que dirigía cierta gacetilla dominical, se opuso, sin fundamento, a los adictos culturales. Que en el congreso, un político torcía la moción de los adictos hacia el campo obrero –producía más votos- y pensaba en los adictos obreros, que ya han dejado en la diplomacia mundial tan malos recuerdos por sus torpes concomitancias políticas…De la gaceta chilena no se pudo hablar…Tampoco del proyecto de que los edificios de cierta monta, tuviesen pintura mural y decorados en un tanto por ciento de su costo. Sólo se ganó –tal vez por el empeño que pusieron en ello los editores- que el Fisco diese una suma ínfima para fomento de libros meritorios, pero sin editor. Y se fijó la suma de quinientos mil pesos anuales. Dio excelentes resultados, pero…un empleado administrativo cualquiera acordó hacer economías…y empezó por las partidas que él repuntaba inútiles…y la primera que tarjó fueron esos quinientos mil pesos, suma ínfima en un presupuesto de miles de millones. Y un político tuvo la desacertada idea de suprimir la dirección general de informaciones y Cultura, que tantos esfuerzos y sacrificios había costado a través de años, para funcionar, al fin, sin elementos, ni presupuesto adecuados. Y vano sería continuar este lamentable inventario.

Por eso, la falange renovadora, después de diez años de labor infructuosa, se ha reunido para analizar las causas de esta notoria insensibilidad chilena hacia su pauta de trabajos, y sus conclusiones son las siguientes:

Existe, en primer término, una tendencia mundial que filosóficamente se la podría llamar positivismo o materialismo bastardo, de últimas aguas; positivismo de decadencia, que ha llevado a las mentes la idea de que todo debe reducirse a conquistas materiales, a la producción en serie, al confort, a cifras y estadísticas de producción y que lo intelectual, lo estético, es una superestructura inútil, que se puede suprimir sin menoscabo del cuerpo social. Y así tenemos que Chile, en el lapso 1939-1952, ha realizado una revolución industrial sin precedentes: producción de acero, electricidad, cobre elaborado, etc., etc.; que también ha revolucionado su educación creando la Universidad Técnica del Estado, pero vemos, con dolor, que su revolución cultural, estética, ni siquiera esta planeada, a pesar que urge hacerlo.

Por otra parte, la falange de escritores renovadores de 1942, acusa a la pedagogía nuestra de ser, en parte, la culpable de la insensibilidad de los políticos y del medio, para allegar recursos libres a favor de la cultura. Estima que el liceo y la escuela pública, no forman, ni siquiera en una mínima parte, la conciencia estética de los alumnos, pues no existe, todavía, paralelo al concepto de la educación física, el de la educación estética, tan necesaria, como cualquiera otra para sobrellevar la vida, cuando se piensa que el confort y la creación de bienes materiales, sin un trabajo esclavo, es cada día más difícil realizarla, en gran escala, debido a los aumentos muy notorios de la población. Se arguye que el liceo da nombres, que obliga a los alumnos a memorizar varias literaturas. Sin duda que lo hace. Pero el alumno no convive con el arte. En suma, ni en la escuela ni en el liceo, se crea el futuro mercado estético, el futuro amor y sensibilidad hacia el arte. Sólo así se explica que un conocido político contemporáneo chileno, un día le preguntase a uno de nuestros escritores de la legión renovadora de 1942: -¿qué es eso de la pintura mural de que me esta hablando?...Y el escritor repuso:-La que se pinta en los muros, señor…Miguel Ángel, El Ghiotto, el Ucello, fueron pintores murales. Sin embargo, este político tenía en su casa reproducciones de Portinari, el brasileño, y de los mexicanos…todos los cuales eran pintores muralistas. Pero los creía de caballete al mirarlos en los álbumes.

(En revista “Atenea- Revista Mensual de Ciencias, Letras y Artes”- Título del original: “Puntos de vista : un decenio de lucha infructuosa Julio- agosto de 1952)

Publicado por: Francisca Cifuentes

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