martes, 29 de mayo de 2007

La chilena ¿soltera obligada?

Siete mujeres para cada hombre
En Santiago, por Ahumada, por las calles del Barrio Alto o en las decenas de restaurantes del área céntrica, pasean diariamente una cantidad indeterminada de mujeres y hombres. Se confunde, se cruzan, van por rumbos diferentes. Así, a primera vista, ¿quién podría calcular cuántas personas pasan al día por un determinado lugar? ¿Y quién podría decir que las mujeres son más que los hombres?
Hace ya mucho tiempo que se viene hablando del aumento más rápido de la población femenina. Aumento observado con alegría por los hombres y temor por las mismas mujeres. Sin embargo, no se sabía hace poco hasta qué punto era realidad eso de que para cada varón “hay siete mujeres”. Ahora, nos llega una confirmación. De “La Muestra Nacional de Hogares”, estudio estadístico de la población chilena realizado por la Dirección de Estadísticas y Censos que han revelado significativas cifras que ilustran lo que decimos. La población chilena es de 8.883.900 personas. De ellas, 4.312.800 son hombres y 4.571.100 mujeres. Y así podemos ver que existen en el país un total de 258.300 más mujeres que varones.

La soltería obligada
Desde que la mujer se encumbra en los 16 ó 17 años, ya está su vida girando en torno a la idea del matrimonio, del hogar y de los hijos. No cuentan las ideas modernistas ni los deseos de trabajar; ante todo, se quiere formar un hogar.
La chilena no es una excepción. Quizás sea cierto que está más incorporada al trabajo que sus demás congéneres de América latina. O quizás goce de mayor libertad en lo que se refiere a los asuntos sentimentales. Pero estos factores no influyen en su dedicación preferente a lo que se llama “la caza del marido”, término un tanto sarcástico, pero que encierra algo de verdad también.
El solterón, y a un hombre se le llama solterón desde los 38 ó 40 años en adelante, es un personaje curioso. Vividor, alegre, con muchos amigos y amigas, nadie le tendrá lastima ni sentirá pena por su forma de vida. Por el contrario, más de alguno se la envidiará.
La solterona, en cambio, y solterona es una mujer a partir de los 29 ó 30 años, es una figura triste, amargada que es objeto de comentarios burlescos o compasivos.
Es por esta situación que una mujer siente que debe casarse, sea como fuere.
“Deseo casarme por amor, naturalmente. Pero si llegada cierta edad sigo soltera, no me importaría cómo ni con quién, con tal de casarme”. Quien tan fríamente planifica su futuro es una muchacha como muchas. Tiene tan sólo 21 años y no nos quiere decir su nombre. Su amiga, en cambio, desea hablar y habla distinto.
“Yo soy Eugenia. También tengo 21 años pero ni aunque tuviera 30 me casaría sin estar enamorada. Creo que es mejor la soledad antes que estar unida a alguien que no me gusta siquiera. Pero reconozco que es difícil casarse. Ambas trabajamos y todos nuestros compañeros son casados. Hace mucho que dejamos el colegio y ya no vemos a esos grupos que frecuentábamos. Y estar sola es terrible. Pero prefiero esperar. . . estoy convencida que hay alguien destinado a mí”.
¿Pero dónde está ese alguien?, se preguntan muchas.
Tan sólo en Santiago, donde se concentra la mayor parte de la población del país, existen 130.400 más mujeres que hombres. Claro que en esta cifra están comprendidas personas de todas las edades, desde ancianas hasta menores de edad.
La población mayor de 20 años (es decir, que está en edad de contraer matrimonio) y que aún permanece soltera llega a 1.123.700 entre varones y mujeres. 558.900 son hombres y 564.800 mujeres. Es decir, aquí la diferencia es menor, pero siempre en contra de las mujeres. Y la población femenina sigue aumentado a mayor ritmo.

La solución de alternativas
La mujer debe elegir. Según su carácter, según su afición o su terror a la soledad escogerá una forma de ser. Todos los seres humanos, por naturaleza, necesitan de la convivencia en otros seres.
Pero hay algunos que tienen una mayor tendencia a aceptar e incluso a buscar la soledad.
Pero la soledad de toda una vida es diferente. Que sea o no sea el matrimonio la institución ideal para que el hombre y la mujer luchen contra esta soledad y formen un hogar, no es el caso de discutirlo. Lo que sí nos interesa ahora es saber cómo la mujer soltera se enfrenta a un porvenir sentimental incierto.
Hay algunas, como Doris, aún joven y atractiva, pero que ya es considerada solterona (a los 32 años), que habiendo encontrado una profesión o actividad que les ha satisfecho, han dedicado por entero su vida a ella. Sin permitir alteraciones de su ritmo normal d trabajo, difícilmente se encuentra alguien que esté dispuesto a ser sólo algo secundario después del trabajo. Pero, si se piensa dos y tres veces, se llega a la conclusión de que Doris, por muy apegada a su trabajo que haya estado, posiblemente lo habría dejado de lado en parte si hubiera encontrado un varón suficientemente interesado en ella.
Hay otras que quieren gozar al máximo de la vida. Nada es demasiado audaz o novedoso. Todo lo ensayan y no quieren compromisos sentimentales que las aten y priven de la diversión. Pero de pronto se dan cuenta que ya no hay más diversión.
Y también están las mujeres, como todas o la gran mayoría de las mujeres, que llevan una vida en la que se divide bien el tiempo entre el trabajo, la diversión y el amor. ¿Por qué ellas se quedan solteras? Nadie podría decirlo.
“Yo creo haber sido una muchacha de normal comportamiento; Ud. Me ve, no soy tímida ni fea, tengo una figura aceptable. Salí regularmente pero nunca mis relaciones con algún muchacho, fueron más allá de un pololeo simple. Había algo que los alejaba de mí antes de llegar a lago serio”. Maria Cristina ya muestra la tristeza al hablar, la amargura de una solterona. Nos cuenta que tiene pocas esperanzas. Los hombres –nos dice- me ven mayor y tienen poco interés en mí, como si estuviera marcada.
“Cuando yo sentía que mi relación con el sexo opuesto no se desarrollaba felizmente en la mayoría de los casos, me hice una pregunta: ¿es acaso necesario que yo cambie mi modo de ser y me entregue de lleno al trabajo y al estudio, o por el contrario, me inclinaré mejor a una vida más libre, más “entretenida”, sin contar para nada los principio morales que he aprendido? Estos dos caminos no me parecieron solución. Continué actuando normalmente, es decir, sonriendo a los amigos, conversando, coqueteando un mínimo, arreglándome otro poco. Pero continúo soltera”.
Ante estas confesiones ¿podría llegar a disculparse la afirmación de la muchacha, que decía que se casaría como fuera y con quien fuera antes de quedarse soltera? Creemos que muchos la disculparían e incluso compartirían si opinión.
Esta es la triste alternativa de muchas mujeres. Construir una vida sola, sin apoyos fuera del que se puede contar siempre en el plano amistoso y familiar. Pero no un amor. O bien, elegir una vida matrimonial, elegir el estar acompañada. ¿Pero bien acompañada? ¿Hasta qué punto se puede encontrar una persona que resulte digno de vivir como su compañero si no sostiene una relación que permita conocerse antes?. Pero a la mujer soltera y mayor, esta relación no le interesa. No desea esperar, sólo quiere casarse y huir de la soledad diaria lo más pronto que pueda.
Sin embargo, hay un tercer camino de salida. La mujer no debe buscar cualquier compañía. Tiene que preocuparse primero de culturizarse hasta donde pueda. No sólo subsistir día a día, debe encontrar nuevas fuentes donde entretenerse, nuevos trabajos, estudios que le sirvan para desarrollar su inteligencia y su personalidad.
Esto, es cierto, no le ayudará a llenar su vida completamente. Nada puede reemplazar el afecto que le proporciona el ser querido. Pero si le servirá para retomar el interés hacia aspectos valiosos de la vida, ya sea el arte, la literatura, algún trabajo diferente. Así sentirá de pronto que vale más como persona. Sentirá que huye en gran parte esa sensación de amargura y frustración propia de una mujer sola y quizás en estas actividades que emprende pueda con el tiempo, conocer a alguien que se convierta en su compañero.
No importa que la población femenina crezca más o menos. De todos modos, si la mujer se sabe valorar y compartir esto con los demás, esté seguro que podrá decir que nunca sentirá la soledad.

Revista "Mi Vida"
año 1968
Beatriz Contreras O.

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