domingo, 27 de mayo de 2007

CONTRA LA MIOPÍA QUE ATACA LA ORIGINALIDAD

por Tomás Gabriel Chazal.


Toda idea es un dolor: nada nace del cerebro inmenso el universo ni del que en el hombre es su perfecta miniatura, sin que algo se estremezca, se desgarre o muera. Un cerebro en actividad es un enfermo en constante crisis.



Acerca de “Con las manos juntas” de Ángel Cruchaga

Este libro es grande, porque es muy grande el mal que padece el poeta que lo escribió, porque su mal es incurable y nada hay más formidable, ni en el misterio ni en la realidad, que un imposible. El caos es menos obscuro, porque en su fondo palpita la luz de todas las probabilidades. Pero esto que está roto y aun no se ha quebrado; esto que está ya muerto y todavía palpita; esto que es vida , porque es parte integrante de la vida y que sin embargo es rechazado por la vida; este gemido que se quedó vibrado, este relámpago que se quedó en suspenso; esto están grande, que llega a ser absurdo: es como si la nada, ante la estupefacción y la impotencia de los mundos, se alzara sobre si misma hasta ponerse delante de Dios, como un prodigio frente a otro prodigio.

De todo esto está enferma el alma de Ángel Cruchaga; y mi sano escepticismo de la vida, acaso sonriera irónicamente sobre las contorsiones extrañas de este dolor, a no haberse hecho en mi cerebro y en mi espíritu la certeza de que el poeta que hoy se presenta en el alto tablado de la literatura, no es un actor, es un hombre.

Presiento, sin embargo, que en muchos labios no se quebrará la frágil elegancia de esta sonrisa.

El natural egoísmo, el amor al propio yo, llevado hasta la adoración extática son en verdad necesarios a nuestros jóvenes intelectuales para no quedar rezagados en esta loca ascensión hacia cimas gloriosas, reales o imaginarias; pero ellos desmienten sin duda alguna la amplitud de que todos hacemos alarde. Nadie escucha a nadie; cada cual oye su propia voz y en ella tan solo se deleita. Cuántas veces en el tumulto de una discusión literaria, he visto desvanecerse el triunfo de una idea bellamente nueva, a los gritos de los que creían elevarse porque alzaban el tono de su voz sobre la tortura de mis nervios y de mi cerebro.

Yo sé que la compresión de este libro no llegará a muchos espíritus por el camino ancho y luminoso levantado sobre el propio camino, surgiendo desnuda y blanca de los despojos de un total renunciamiento.



...Estos flamantes literatos, con sus trajes multicolores.

Yo que ya encontré mi vida y que vivo auscultando serenamente en el alma moderna, que flota deforme y diluida en el concierto de la vida eterna e inmutable, he sentido el extravío de esta extraña y desconocida complicación.

Por eso reclamo para este poeta (Ángel Cruchaga) el título de original y lo reclamo de los pocos pensadores que en chile pueden vanagloriarse de haber evolucionado dentro de su propia personalidad, porque ellos serán los únicos capaces de comprender que por la herida abierta al grito de su corazón, filtraron los filamentos sutiles que vagan en los seres y las cosas.

De los otros, nada reclamo, porque nada podrían darme. Ellos, los que en vez de curar han agravado su miopía natural, con el uso moderado de lentes- que en otros fueron pupilas de superior visual- buscarán entre su abundante y variada colección el lente de la marca más acreditada para colocarlo delante de los ojos claros y serenos de este poeta. Y harán bien; que siempre el hombre dudará de lo que está fuera del límite de su comprensión o de lo que fue un fracaso en la prueba experimental.

Tampoco reclamo este título de los pontífices solemnes de nuestra literatura, poseedores de la verdad absoluta e inmutable y guardadores e intérpretes infalibles de las leyes con que pretenden aprisionar la intangibilidad de las ideas y modelarlas formas caprichosas, infinitas y mudantes de la belleza.

No ignoro que será escasa la compañía, pero con ella me quedo. Prefiero un Shakespeare, envuelto en la austeridad de su capa raída al roce de los siglos viajeros, a estos flamantes literatos, con sus trajes multicolores, hechos en alguna sastrería de moda, al gusto del cortador importado.



(Del prólogo de Tomás Gabriel Chazal al libro "Con las manos juntas" de Àngel Cruchaga Santa María, año 1915)

Publicado por: Francisca Cifuentes F.

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