martes, 22 de mayo de 2007

Huelga de la Carne

por Paolo Primavera

Uno de los redactores de El Alba, órgano de la Federación de Carpinteros de Santiago, bajo influencia de la corriente libertaria, al hacer el balance de los sucesos de octubre expresaba esta percepción:
“Los trabajadores una vez más hemos sido derrotados, los eternos esclavos recibimos otra vez el castigo por nuestra ignorancia e inexperiencia [...]
Es doloroso decirlo, pero es lo cierto, somos muy atrasados en organización social y hay por desgracia un espíritu muy estrecho para poder juzgar y ver los hechos” Y uno de sus compañeros afirmaba:
“Los charcos de sangre con que se han regado las calles serán recuerdos imborrables en el corazón del trabajador universal, serán chispas incendiarias de odio a los tiranos y asesinos del 22 de octubre de 1905.
[...] Los héroes del trabajo y mártires de la saña burguesa en las jornadas del 22, no pasarán por ignorados en los corazones de los más esforzados luchadores, ellos han sido los centinelas que han muerto en el puesto que les correspondía, defendiendo el derecho de vida y conquistando nuevas libertades para el futuro. Ellos han preferido antes que la muerte tortuosa y lenta, con que los acosa el hambre, han buscado una muerte corta, pero llena de sublime ejemplo para los que más tarde vayan a llenar el vacío que ellos han dejado en defensa de lo que ellos defenderán mañana”.
De estos rasgos -pesimismo, clasismo, misticismo y martirologio proletario- probablemente el más marcadamente presente en las jornadas de octubre fue el clasismo. Tanto en los desfiles organizados como en los momentos más álgidos, siempre estuvo presente la clara percepción acerca de la oposición de burgueses y proletarios, ricos y pobres. A ello apuntaba la pedagogía que los activistas populares desplegaron aquellos días en sus discursos, pancartas y gritos de mando. Así, en la Maestranza de los Ferrocarriles del Estado –según lo declarado bajo juramento por el jefe de los inspectores de esa sección- el 23 de octubre el obrero N. Gutiérrez del taller de cobrería y los pintores N. Sepúlveda y Pablo Leiva exhortaron a sus compañeros a la huelga: “Gutiérrez llevando en un palo un pañuelo rojo, que tenía las figuras de dos fieras luchando”, y Leiva y Sepúlveda explicando que “una fiera representaba al rico y otra al proletario”. Y en muchos otros lugares, especialmente al calor de las refriegas, los gritos y consignas de la masa contra los ricos y especuladores dieron un marcado sabor clasista a la asonada de los santiaguinos pobres.

No hay comentarios.: